“Creo que faltan actividades en Concepción, sobre todo teniendo un público joven dado las características demográficas de nuestra ciudad, personas que buscan en qué ocupar su tiempo para salir de la rutina de estudios y/o trabajos”, comenta Alejandro Luna, egresado de Kinesiología en 2015, cuando se le pregunta cuál fue su principal motivación para crear su propio Centro Cultural denominado Areactiva.

Todo partió cuando Alejandro tenía 12 años y comenzó a practicar la disciplina de artes marciales: “Nunca tuve los recursos económicos ni tampoco existían muchas alternativas de escuelas para aprender de manera correcta y certificada. Fue ahí cuando decidí que, algún día, tendría un centro dedicado a proteger a los buenos maestros que hicieron de su disciplina una filosofía de vida y que buscan contribuir a cualquiera que busque lo similar a un bastón para sobrellevar su vida”, afirma Alejandro.

A lo largo de su vida, Alejandro ha tenido que enfrentar distintos problemas familiares, por lo que el centro cultural surgió como una forma de satisfacer distintas necesidades personales. Actualmente Areactiva se ha consolidado como un centro de entrenamiento enfocado al ejercicio kinésico funcional, las artes marciales y contemplativas como herramientas de salud pública y vida sana.

“Soy dueño y director de mi centro, mi trabajo básicamente tiene por objeto el coordinar las clases que imparten los distintos maestros ligados al centro, administrar pagos y cobros en algunas de estas, llevar la contabilidad del centro, producir eventos deportivos que cada disciplina necesita para promoverse dentro de la población, como clases magistrales, traer maestros nacionales y extranjeros, seminarios, torneos, eventos de exhibición y como Kinesiólogo me tomo el tiempo de instruir al alumnado sobre cosas tan simples como estrategias de prevención y promoción en salud en busca de un practicante más competente sobre lesiones musculo-esqueléticas y seguridad deportiva”, asevera este joven emprendedor.

Sobre su paso por la UDD, Alejandro destaca la calidad humana de sus profesores. “Hay ciertos docentes con la capacidad de reconocer a un soñador, de motivarlo, aconsejarlo e inspirarlo hacia un objetivo digno. La universidad me acercó a personas brillantes que hicieron darme cuenta de muchas cosas que hoy me definen como adulto y que me ayudaron a tomar ciertas decisiones difíciles con una actitud positiva y firme”, dice.

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